Cuando hablamos de duelo , estamos hablando de una respuesta natural y adaptativa que ocurre como consecuencia de la pérdida de un ser querido , de la ruptura con la pareja, de la pérdida de un proyecto, de una enfermedad, de la migración a otro país, de las etapas de la vida, de cambios laborales, de habilidades o capacidades personales etc… A lo largo de nuestra vida sufrimos infinidad de pérdidas, pero la más difícil de sobrellevar es la de la muerte de un ser querido .
Actualmente vivimos en una sociedad que vive de espaldas a la muerte, que no habla de ella y por tanto no se integra como parte ineludible de la vida, lo que provoca una dificultad tanto a la hora de elaborar el duelo como de relacionarnos con personas que están en duelo.
Nos da miedo preguntar a un doliente como está por si eso le genera tristeza y llora y en consecuencia nos alejamos de estas personas cuando más necesitan la cercanía, el cariño y el acompañamiento.
A los seis meses creemos que es suficiente tiempo como para que esta persona vuelva a la “normalidad” y nada más lejos de la realidad, podemos estar 1, 2 o 3 años en duelo y esto es normal. Pero tenemos prisa, y creemos que cuanta menos mención se haga de la pérdida, mejor será para el doliente, así que al cabo de seis meses o menos el doliente siente que se le ha acabado el plazo para poder llorar, y hablar de su ser querido quedándose sin apoyo y sin espacio de recuerdo y es entonces cuando se hace más complicado elaborar el duelo.
Un duelo siempre va a depender de: la personalidad del doliente, de las circunstancias de la muerte, del apoyo social, de las creencias y del vínculo con el fallecido.
Cuando el dolor nos supera, es demasiado para nosotros, no tenemos espacio para hablar sobre nuestro ser querido con total libertad, cuando no tenemos espacio para llorarlo y echarlo de menos y no encontramos sentido a la vida, es aconsejable acudir a un terapeuta especializado en duelo, para poder elaborar cada una de las cosas, por pequeñas o grandes que sean, que nos causan dolor.
“ Lo que disfrutamos una vez profundamente no lo podemos perder nunca. Todo lo que amamos profundamente se convierte en una parte de nuestro ser”. Helen Keller