La pérdida de un ser querido es una experiencia muy dolorosa de la cual ni los niños ni los adolescentes están exentos de vivir.
Muchas veces los adultos, de manera equivocada, pretendemos proteger a los niños ocultándoles nuestros sentimientos al fallecer un ser querido. De esta manera cada vez alejamos más a los niños de la realidad de la muerte, convirtiéndola en un tabú al no hablar de ella. Y lo hacemos para que no sufran, para que no “duelan”, pero no los ayudamos en absoluto, solo los confundimos.
Antes la gente moría en casa y los niños eran participes de lo que sucedía, de las visitas de despedida y de los rituales, de esta manera y de forma natural integraban la muerte a la vida y esto facilitaba enfrentarse a cualquier pérdida cuando ya eran adultos.
El primer error que cometemos con los niños es hablarles con eufemismos sobre la persona que ha fallecido. Decir “ se ha ido al cielo”, “nos ha dejado”, “descansa en paz” o incluso que “está dormido”, provoca confusión y falsas expectativas en el niño y en el último caso miedo a la hora de ir a dormir. Tenemos que adecuar las palabras a la edad del niño pero no debemos evitar la palabra muerte y lo más importante, tenemos que responder a todas las preguntas que nos hagan.
El entendimiento de la muerte y la forma de afrontarlo varían en función del desarrollo y madurez del niño o adolescente.
- Menores de 3 años: No existe concepto de muerte, a esta edad se percibe la muerte como una separación física de la persona ausente. Esta separación es vivida como un abandono representando una amenaza a su seguridad en el caso de que quién fallezca sea uno de los progenitores o cuidadores.
Pueden reaccionar ante la muerte de estos con emociones fuertes y confusión, ansiedad y el miedo a apegarse de nuevo a un adulto por miedo a la pérdida.
- Entre los 3 y los 5 años ya usan palabras como vivir, morir, vida, muerte, diferenciando lo vivo, como personas y animales de lo que no lo está, sus juguetes. Pero no lo entienden como concepto, ven la muerte como un sueño largo, reversible. Hacia los 5 entienden que muerte significa no funcionalidad y quizás irreversibilidad. En esta edad pueden mostrar regresión en el desarrollo, o expresiones de rabia y agresión.
- Entre los 6 y 8 años, la muerte aparece como algo externo con causas determinadas pero les cuesta imaginarse su propia muerte o la de sus padres.
A esta edad es común la aparición de miedos, por ir a dormir solo, o quedarse solo. Pueden tener pesadillas, dolor de cabeza, dolor abdominal y problemas para concentrarse.
- Entre los 9 y 10 años, ya saben que la muerte es inevitable y que también puede sucederles a ellos. Pueden manifestar ansiedad a cerca de la responsabilidad por la muerte de la persona cercana. También pueden mostrar miedo a la vulnerabilidad de el resto de la familia.
- A partir de los 11 y en adelante ya desarrollan su propia filosofía de vida y desarrollan una actitud frente a la muerte. Los adolescentes pueden reaccionar ante la muerte aislándose de la actividad familiar buscando su grupo de iguales. El recuerdo de la persona fallecida puede generar culpa en el adolescente y veces, la muerte de un padre a esta edad puede cargarlo de nuevos roles dentro de la familia esperando que se comporte como un adulto
¿Qué puedes hacer para facilitarles el duelo?
- Dile la verdad. Ocultarles información confunde a los niños y acaban por desconfiar de lo que se les cuenta.
- Sé simple y directo . No uses eufemismos del tipo “se ha quedado dormido” o “lo hemos perdido” cuando te refieras a la persona que ha fallecido.
- Tranquilízale si sugiere de alguna manera que tiene la culpa de la muerte . Este es un sentimiento recurrente en los niños.
- No ocultes tus emociones y explícale qué sientes tú. Esto le ayudará a comprenderse a sí mismo. Guárdate los sentimientos más intensos y dramáticos para los momentos privados en presencia de otros adultos.
- En la medida de lo posible, déjale participar en las rutinas del hospital , si se trata de una persona enferma, o asistir al funeral . Le ayudará a comprender mejor la muerte.
- Anímale a que hable y haga preguntas acerca de la muerte . Pídele que te explique cuáles son sus sentimientos y pensamientos.
- Consuélale siempre que manifieste alguna emoción fuerte.
- Déjale que se exprese . Por ejemplo, sugiérele que escriba y plasme lo que siente en un diario personal o que lo haga usando cualquier otra expresión artística.
- Acepta y normaliza las expresiones de emoción del niño.
- Habla con él o ella siempre que le haga falta.
- Ofrécele apoyo extra en sus tareas escolares y sus obligaciones sociales durante el periodo de duelo.
- Intenta comprender cuál es su manera de hacer frente a la muerte.
- Habla y busca el apoyo de otros adultos (profesores, entrenadores, monitores…) que estén en contacto con el niño.
- Controla la respuesta del niño en el tiempo . Tras el primer año después de la pérdida, un 10% o un 15% de los niños puede sufrir problemas, principalmente en forma de depresión. En caso de necesidad, hay que consultar a un especialista en salud mental.
- Explícale que conservar los buenos recuerdos que ha vivido con su ser querido, y mantenerlos, le ayudará en el futuro.
Funte: Faros, Hospital de Sant Joan de Dèu.
“El dolor nos hace niños de nuevo, destruye todas las diferencias de intelecto”. Ralph Waldo Emerson