Cuando muere una persona que tiene un problema emocional en un proceso llamado Duelo.
Este es la respuesta normal y adaptativa ante la pérdida, que afecta a la totalidad de la persona, a su parte emocional, cognitiva, física y espiritual.
Vivimos en una sociedad que no sabe cómo tratar la muerte, y todos los días, y el dolor que puede sufrir, dificultando la normalización del propio duelo.
En muchos casos, el proceso del duelo no puede llegar a resolverse porque evitamos explorar nuestra parte más existencial, no atendemos a nuestra esencia, nuestros miedos más profundos por temor al dolor.
Sin embargo, este tipo de dolor podría convertirse en una oportunidad para conocernos mejor, para crecer, y para volver a redefinir nuestra vida.
Contactar con la muerte no nos empuja a cuestionarnos el misterio de la vida ya mirando hacia nuestra parte más esencial desde la propia sabiduría interna, desde la intuición y estaremos a la altura del ritmo de nuestra exploración. Por este motivo hay tantos como personas que viven.
La terapia y el acompañamiento al esfuerzo facilitan este trabajo desde un vínculo seguro, una escucha profunda, y la validación de lo que siente, piensa y vive cada persona.
De esta forma el proceso de duelo puede convertirse en el camino para poner luz a la oscuridad.